Qué buscas?



¿Qué busca una mujer en un hombre y viceversa? ¿Cuál podría ser la esencia del amor en pareja desde el punto de vista de la biología evolutiva? ¿Si somos una especie más del inmenso y ramificado árbol de la evolución, podríamos acaso explicar las relaciones amorosas mediante el “frío” y “mecanístico” proceso de la evolución darwiniana? No pretendo de gurú o sabelotodo, más bien, y siguiendo los lineamientos del método científico, humildemente me cuestiono sobre lo que perciben mis sentidos y me pregunto acerca de las cosas. “Ubi dubium ibi libertas” dice un milenario proverbio en latín.


Tanto el hombre como la mujer buscan amor, comprensión y compañía. –¡Por supuesto!– Pero no es en las similitudes, sino en las diferencias donde podemos hallar las respuestas necesarias para conocer nuestros orígenes y nuestra razón de ser. Hombres y mujeres somos distintos, no hay nada que podamos hacer al respecto: masa muscular, percepción y sentidos, procesos de razonamiento lógico, todo señala a diferencias profundamente enraizadas en mecanismos próximos en cuanto a diferencias genéticas, y razones primordiales en cuanto a la adaptación evolutiva de los dos géneros.


A lo largo de la historia de la vida en el planeta, y durante las primeras fases cuando se “inventó” el sexo, había dos posibles caminos a tomar. Un sexo decidió optar por la cantidad, mientras que el otro por la calidad. Dos estrategias opuestas, pero complementarias, dos opciones definitivas en un equilibrio matemático y causal.


Hoy en día estas estrategias se reflejan en la fisiología reproductiva de hombres y mujeres. Los espermatozoides se cuentan por millones y son extremadamente pequeños, en relación al único óvulo producido por la mujer. Esta asimetría consecuentemente lleva a una modificación en el comportamiento. Si consideramos que la premisa fundamental de todo ser vivo es la reproducción y el maximizar el número de descendientes, entonces mujeres y hombres deben comportarse diferente en cuanto a sus estrategias reproductivas.


Teóricamente un hombre puede tener tantos hijos como le sea posible en el transcurso de un año, mientras que la mujer se halla limitada a un solo descendiente. El esfuerzo que requiere el hombre para engendrar un hijo se limita a unos pocos minutos. La mujer se halla ligada a su hijo por nueve meses de gestación y varios años de lactancia. Más aún el costo fisiológico y energético de la gestación es representativo, pudiendo poner en riesgo la salud y la vida de la madre. Esta diferencia en los costos reproductivos moldean las sociedades humanas de manera sutil pero decisiva. ¿Es entonces la mujer igual al hombre en cuanto a sus preferencias en las cualidades de pareja?


Imagínate que es un día soleado de primavera, eres joven, estás en aquella etapa en que sientes la euforia de la vida, estas descansando en una plaza, quizás leyendo un libro. Repentinamente se acerca una persona del sexo opuesto, increíblemente atractivo(a), se muestra amigable y sonriente, y te hace las siguientes tres preguntas:


- ¿Saldrías conmigo hoy por la noche?
- ¿Vendrías a mi casa hoy?
- ¿Te acostarías conmigo esta noche?


¿Cuál sería tu respuesta a estas tres preguntas? ¿Existiría una diferencia cuantificable en la proporción de aceptación y negación dependiendo de si eres mujer u hombre? Pues este experimento fue llevado a cabo en los años de 1978 y 1982 por Russell E. Clark y Elaine Hatfield (profesores de sicología en la Universidad de Florida y de Hawai respectivamente) con estudiantes universitarios. En 1978, una proporción similar de hombres y mujeres se mostraron abiertos a la primera invitación. Sin embargo, solo el 6% de mujeres aceptó la segunda invitación y ninguna la tercera. ¡Mientras que un 69% de hombres dijo sí a la segunda pregunta y un 75% aceptó gustoso la tercera!


Los hombres aparentemente prefieren aceptar una invitación sexual explícita que una cita formal al cine o al teatro, incluso se muestran alagados frente a la tercera pregunta. En cambio una mujer se muestra más recatada, aceptando gustosa una invitación al cine o al teatro, pero mostrándose insultada y ofendida con invitaciones más atrevidas. Seguramente te preguntarás cuál sería el efecto de la cultura en el presente experimento. Interesantemente Clark y Hatfield sugieren que la presencia de factores externos negativos como las enfermedades venéreas o de transmisión sexual posiblemente modifiquen las proporciones observadas en el experimento a través del tiempo o del contexto geográfico. Esto podría considerarse como modificaciones o ajustes en el comportamiento para hacer frente a conflictos y presiones del medio, es decir plasticidad en el comportamiento.


Obviamente todo esto encuentra una explicación última en la teoría de la evolución biológica. No somos más que una rama adicional y reciente en el inmenso árbol de la vida, y estamos sujetos por lo tanto a sus mecanismos y leyes. El éxito para entender nuestras tribulaciones y problemas, se halla en el conocimiento profundo y sincero de nuestra naturaleza animal.


Fuentes: - Buss, D. M. 1989. Sex differences in human mate preferences: Evolutionary hypotheses tested in 37 cultures. Behavioral and Brain Sciences 12:1-49.
- Buss, D. M. 1994. The Evolution of Desire: Strategies of Humang Mating. BasicBooks. New York. 262 pp.
- Clark, R. D. III y Hatfield, E. 1989. Gender differences in receptivity to sexual offers. Journal of Psychology and Human Sexuality 2(1):39-55.
- Schmitt, D. P. 2003. Universal sex differences in the desire for sexual variety: Tests from 52 nations, 6 continents, and 13 islands. Journal of Personality and Social Psychology 85: 85-104.

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