El sexo cuesta?



Independiente de cuales fueran las presiones selectivas que les condujeron a ello, lo cierto es que nuestros antepasados adoptaron una estrategia reproductiva de tipo sexual en algún momento de nuestra historia evolutiva, y debemos llevar esa carga a cuestas. En términos energéticos el sexo es increíblemente costoso (competencia entre machos por el acceso a las hembras), incómodo (gestación y parto) y peligroso (enfermedades venéreas, probabilidad de muerte en el parto); pero de todos modos nos fascina (al menos a la mayoría de la población). El sexo nos lleva a dejar de lado el juicio y cometer los actos menos lógicos y más peligrosos en pos de la reproducción, pero aquellos que tienen éxito obtienen la recompensa más grande en términos evolutivos: la prolongación de su existencia genética.



Similar que ocurre con mucha cosas, creemos (o queremos creer) que el “amor conyugal” es aquel sentimiento “perfecto” en donde se encuentra la felicidad absoluta (si es que de verdad existe, o si no es más que la práctica del sexo monógamo para mantener unida a la pareja por un tiempo largo, característica que compartimos con Homo habilis y H. ergaster). La realidad, sin embargo, dice que el índice de divorcios en Norte América es cercano al 50%, y el de España similar (47,5%). Curiosamente, los matrimonios sin hijos (es decir, sin haber asegurado la prolongación de sus genes) son los que tienen una mayor probabilidad de ruptura. Tal vez en este punto habría que recordar que las emociones no son más que los brazos ejecutores de la evolución. No les resulta ineludible preguntarse ¿cuántos de esa mitad de matrimonios sobrevivientes son realmente felices? Quien puede responder esto?



¿Tan sólo pregúntense cuántos hijos puede tener un hombre en un año y cuántos puede tener una mujer? El hecho de que los machos tengan un mayor potencial reproductivo que las hembras, los hace estar bajo presiones selectivas que los fuerza a ser cada vez mejores competidores por el acceso a la reproducción sexual. Pero no todas las hembras son iguales, varían en su calidad reproductiva, y en los H. sapiens ésta se mide, entre otros parámetros, por la apariencia física. Es por esto que aquellas mujeres son consideradas “bonitas” en estándares evolutivos, tienden a tener una mayor cantidad de hombres dispuesto a aparearse con ellas; y por lo tanto, tienen el privilegio de poder escoger al que crean el mejor “macho”.



En la naturaleza, los machos llegan por lo general a extremos para hallar una pareja sexual, incluso a riesgo de su propia existencia. Son muchos los ejemplos que se pueden citar: las peleas cuerpo a cuerpo que durante horas y días realizan algunas especies de cérvidos, terminando heridos incluso de muerte. Los abrazos nupciales de ciertas especies de ranas, en las cuales el macho permanece abrazado a la hembra, incluso durante semanas enteras, sin probar bocado, lo cual lo deja al terminar tan debilitado que con frecuencia muere poco tiempo después. Por último, cómo pasar por alto el clásico ejemplo de ciertas especies de mántidos (mencionado antes en el blog) en donde el macho textualmente pierde la cabeza por la hembra. Los costos son altos para los machos que compiten por el limitado recurso que son las hembras. Las gigantescas y complicadas plumas de ciertas aves, como el pavo real o el quetzal, no son más que costosísimos e incómodos accesorios para atraer a las hembras. Todo cuesta en la vida, y al macho alfa en algunos primates, son niveles extremos de stress y desgaste físico para mantenerse por pocos años en monopolio sexual de su harem. Luego de lo cual se retiran a una vida de ostracismo o de rechazo social, agobiados por venganzas y ajustes de cuenta por parte de sus antes subordinados. Con pocas excepciones, se podría decir que la hembra humana la tiene más fácil, especialmente aquellas cuyos atributos les permiten mantener un monopolio sexual, y por ende poder escoger con holgura su pareja de turno.



¿Es la naturaleza humana independiente del reino animal, o sigue los mismos procesos y se rige bajo las mismas leyes fundamentales? ¿Acaso la cultura nos hace únicos entre nuestros parientes los simios, envistiéndonos de un aura especial como muchos quisieran creer o somos simplemente producto de la interacción entre nuestros genes y el ambiente? ¿Es que hemos logrado romper las cadenas impuestas por la selección natural y el proceso de evolución, haciéndonos de algún modo especiales sobre el resto de seres vivos? Y aunque sentados en un cómodo sofá y con la nevera llena de alimentos podamos caer en la tentación de pensar que el trabajo de la selección natural como creadora y moldeadora del ser humano es una cosa del pasado, la respuesta se divisa sencilla y sin mayores rodeos, mientras respetemos los límites de la razón y de la evidencia sobre nuestra historia evolutiva. Sin embargo, desde la niñez nos vemos sometidos a un régimen diario de adoctrinamiento sobre nuestros orígenes y naturaleza, que ha creado una resistencia natural en todos nosotros (o la mayoria) a colocarnos al mismo nivel que el resto de seres vivos. Tal vez debemos empezar a vernos como en verdad somos, entendernos como primates sujetos a impulsos instintivos y moldeados por genes de trayectoria ancestral; sabernos sujetos a las mismas leyes y principios que el resto especies en el planeta.



Esta entradas es la primera sobre comportamiento sexual humano (vendrán más!!!), y sobre la que he tenido largas charlas y debates, y pocas conclusiones.



Fuentes:
Buss, D. M. 1994. The strategies of human mating. American Scientist. 82: 238-239
Dawkins, R. 1994. El gen egoísta, 2da ed. Salvat. Barcelona.
Guillen-Salazar, F., y G. Pons-Salvador. 2002. El origen evolutivo del comportamiento sexual humano: una aproximación desde el campo de la psicología evolucionista. Rev. de Psicol. Gral. y Aplic. 55(2): 187-202.
Palmbit, R. 1994. Dynamic pair bonds in Hylobatids: implications regarding monogamous social systems. Behaviour 128: 65-101.
Y muchas paginas webs…….

4 comentarios:

Tay dijo...

Homo habilis y H. ergaster... y los famosos pingüinos :D

Interesante, no recuerdo la fuente, pero en etología se ha relacionado el tamaño de las gónadas masculinas con la monogamia/poligamia (en este caso poliginia), y, aunque en otros animales el resultado es bastante efectivo, da la puñetera casualidad de que el ser humano queda en la línea media… no estaríamos claramente definidos como polígamos o monógamos…
Un saludo

Alfonso dijo...

Hola Tay,

Es verdad, los pinguinos son monogamos tambien para dar estabilidad a la cria. Esta relacion del tamano de las gonadas con la monogamia/poligamia seria un tema buenisimo para un post. A ver si nos sorprendes...

Tay dijo...

Alfonso, estaba leyendo... o frikileando, segun se mire, y me he dado cuenta de que este blog podría gustarte, quizá lo hayas visto en los enlaces de BioTay no se...

http://memecio.blogspot.com/2009/04/glup.html

Algunas de sus entradas, como la que te enlazo, son sencillamente geniales, a ver que te parece.

Un saludo

Alfonso dijo...

Wao, muchas gracias por pasarme el enlace, me he quedado con la boca abierta despues de ver el video de la entrada, muy buena sugerencia. Lo mirare continuamente

Un saludo